Ernesto Ottone: "En cuanto a la distribución de ingresos, no hay otro camino que el camino tributario"

Conferencia "Globalización y políticas sociales"

Por iniciativa del Programa de Salud Global de la Escuela de Salud Pública, el miércoles 30 de octubre se realizó la Conferencia "Globalización y políticas sociales", dictada por el Profesor Ernesto Ottone, Ph.D. en Ciencias Políticas de la Universidad de Paris III La Sorbonne Nouvelle, es Director de la Cátedra "Globalización y Democracia" de la Universidad Diego Portales, Profesor Adjunto de la Universidad de Chile y ex Secretario Ejecutivo adjunto de la CEPAL y asesor sénior del Presidente Ricardo Lagos.

Para el académico, la crisis global del 2008 y la prolongación de sus efectos ha acentuado la tendencia a debatir la globalización en términos puramente económicos. "Se trata de un proceso mucho más complejo. La globalización tiene como característica principal la contracción sin precedentes del tiempo y del espacio, basada en la producción electrónica de las comunicaciones que marca, en los últimos 30 años, el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información cambiando radicalmente el funcionamiento de la sociedad en todos sus ámbitos".

Es decir, "al producirse esta contracción del tiempo y el espacio, sin precedentes en la historia de la humanidad, el tiempo se reduce, adquiere una velocidad inimaginable en épocas anteriores. Hace que las personas vivan en el curso de un ciclo vital el cambio de adaptación a distintas tecnologías y formas de vivir. Cambia y entra en crisis la educación de la sociedad industrial, la relación de las personas con el territorio, la relación de las personas con su ciclo laboral. Los oficios se vuelven distintos, algunos dejan de existir. Entran en crisis también las unidades básicas de afecto como las familias, que asumen múltiples formas".

"La prolongación de la vida plantea organizaciones completamente distintas. Cambio que más allá de la economía, cambia la política, entra en crisis la democracia representativa, el sentido de los partidos políticos en la sociedad industrial. La globalización es un proceso mucho más complejo que la economía. Sin embargo, la tendencia a reducir los efectos económicos se puede explicar por el peso de los cambios que también produce la democratización en la economía mundial. El cambio tecnológico junto con la circulación de la imagen se mueve a una enorme velocidad. La circulación del dinero puede desplazarse en milésimas de segundos, facilitando la centralidad de la actividad financiera. Algunas instituciones han cosechado la ausencia de voluntad regulatoria, lo que provocó un crecimiento desmesurado de la economía financiera por sobre la economía real. Cuando la banca dejó de ser aburrida, cuando dejó de ser un lugar que recoge ahorros para la inversión a través de una comisión, el negocio tradicional de la banca, y se puso a generar servicios y productos, se gestó la grave crisis actual".

El proceso de la globalización

Desde un comienzo la globalización ha sido "una carrera ambivalente, que al mismo tiempo que abre nuevas expectativas y oportunidades, también muestra amenazas, peligros y signos negativos. Este escenario ha traído cambios muy diferentes, como la disminución de la pobreza para millones de seres humanos, particularmente en las zonas más pobladas del planeta como China e India. Se ha verificado un salto en el desarrollo para un número de países que aprovecharon mejor sus oportunidades, pero a la vez produjo aumento de la desigualdad, particularmente en la distribución de ingresos, tanto en países desarrollados como en países en desarrollo. Esto generó nuevas formas de exclusión social, conflictos bélicos entre países y guerras civiles, desarrollo de terrorismo y formas de criminalidad globalizada", señala Ottone.

"Pese a estos rasgos ambivalentes, durante los '90 se tendió a ver más luces que sombras. A ello ayudaba el hecho de que las cifras de crecimiento económico en el mundo eran positivas y la desregulación financiera convivía con dos fenómenos simultáneos: crecían los países desarrollados y muchas economías emergentes. Existía mayor desigualdad al interior de las sociedades, pero con mayor productividad y con innovaciones tecnológicas más rápidas".

"El sueño terminó abruptamente, como cuando se fue el Papa Ratzinger y el Cardenal Angelo Sodano, a quien recordamos no con mucha alegría. La crisis del 2008 mostró una desregulación financiera basada en la idea en que el capitalismo puede autoregularse por una mano invisible e inexistente, el mercado. El capitalismo sin regulaciones genera una desigualdad creciente, deudas impagables, codicia, burbujas inmobiliarias, acceso a créditos a través de un endeudamiento desmesurado que facilita lo inmediato que es no bajar el gasto a pesar del ingreso decreciente y refuerza la ilusión de que todo marcha bien".

Respecto a la crisis del 2008, continúa Ottone, "si bien gracias a la experiencia regulada después de la crisis de 1929 y a la existencia de nuevas capacidades de reacción económica, no se aprovechó la crisis para promover un cambio radical, no disminuyó el poder de los privados, no se produjo un nuevo equilibrio", señala. "El G20, creado como fruto de la crisis, ha ido perdiendo audacia y capacidad de acción. Muchas promesas han quedado incumplidas. En los bancos las reglas del juego no han cambiado y las regulaciones continúan siendo ineficientes".

"Como es habitual, los países nórdicos han podido resistir mejor. El factor nuevo y más relevante lo constituye su relativa desglobalización. Los países emergentes han mostrado una inédita capacidad de resistencia, que ha significado un cambio importante en la estructura geopolítica en el mundo, ya no son sólo algunos indicadores o cifras demográficas".

"El mundo del mañana será complejo y diferente, aunque no necesariamente mejor. El decaimiento de la tendencia a la mayor igualdad, y más específicamente, el empeoramiento de la distribución del ingreso, puede conducirnos en el futuro a una situación paradojal. El mayor crecimiento de los países en desarrollo y la falta de crecimiento de los países desarrollados puede en 30 o 40 años más disminuir la distancia entre ellos, produciendo un mundo más parejo, pero con desigualdad entre los ciudadanos. La igualdad en los tiempos del futuro vivirá tiempos difíciles".

En relación a la distribución primaria de los ingresos, "la desigualdad parece acrecentarse y la brecha tiende a profundizarse. ¿Qué hacemos frente a esta desigualdad? La noción de igualdad social tiene que convivir con la libertad, debería ser un valor compartido socialmente, no sólo desde el punto de vista ético, sino también por razones de eficiencia".

"Los países que tienen alta carga tributaria directa, como es el caso de los países nórdicos, alrededor del 50%, tienen más competitividad económica. Si comparamos países de la Unión Europea de ingresos nominales después de la renta, por ejemplo el coeficiente de Gini, en donde la diferencia es alrededor de 0,45 y cuando se aplican los impuestos desciende a 0,32. Es decir, la diferencia es mucho más amplia antes de los impuestos".

"En lo que se refiere a la distribución de ingresos, no hay otro camino que el camino tributario. Si no hay impuesto directo, no hay morigeración de las desigualdades de ingreso. Se puede avanzar en otras igualdades, se pueden suprimir las discriminaciones, se puede avanzar en la disminución de la pobreza y de la indigencia, en la calidad de los servicios públicos, pero la desigualdad del ingreso no se cambia sino a partir de la tasa impositiva. Por lo tanto, no parece razonable aceptar esta tendencia que existe de globalización actual como un hecho de la naturaleza, en la cual no hay nada que hacer. Es evidente que esta tendencia no cambiará sin un esfuerzo de la estructura económica y política por ampliar el campo de los trabajadores calificados con capacidad de auto-programación y de navegar en el océano de la economía global", finalizó Ernesto Ottone.

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