Cuatro estudiantes de la cohorte 2025 del Doctorado en Salud Pública de la Universidad de Chile han sido beneficiados con becas internas orientadas a garantizar la continuidad de sus estudios en condiciones de equidad y excelencia. Se trata de apoyos entregados tanto por la Vicerrectoría de Asuntos Académicos (VAA) como por la Facultad de Medicina, que incluyen estipendio mensual y exención total de arancel, y que permitirán a los y las estudiantes enfocarse plenamente en su formación doctoral.
La estudiante Dahianira Camacho fue seleccionada en el proceso de la Beca de Doctorado del Departamento de Postgrado y Postítulo de la VAA, un proceso altamente competitivo, que entrega 15 cupos anuales a nivel institucional. Junto a ella, los estudiantes Camilo Sepúlveda y Francisco Cerda recibieron la Beca de la Facultad de Medicina, que otorga un estipendio mensual más y la exención del 100% del arancel. Por su parte, María Soledad Labbé fue seleccionada en la beca de rebaja total del arancel anual gestionada por la misma Facultad.
Para Verónica Iglesias, coordinadora académica de postgrado de la Escuela de Salud Pública, estas adjudicaciones marcan un avance significativo: “Se trata de un apoyo concreto, que permite a los y las estudiantes enfocarse en su formación doctoral. Es la primera vez que nuestros estudiantes postulan y agradecemos especialmente a la Escuela de Postgrado de la Facultad de Medicina por su apoyo. La adjudicación de estas becas da cuenta del alto nivel académico de quienes integran esta nueva generación”.
Alejandra Fuentes-García, coordinadora académica del programa de Doctorado, enfatizó que estas becas permiten sostener la excelencia académica en un contexto donde el financiamiento externo, como las becas ANID, es cada vez más difícil de obtener: “Estas ayudas son clave para avanzar hacia un sistema de formación doctoral más equitativo e inclusivo. Rompen barreras socioeconómicas y reducen la deserción. Para el Programa, es también una señal clara de que la Universidad reconoce el valor estratégico de formar investigadore/as capaces de incidir en los grandes desafíos de la salud pública”.
Trayectorias que se sostienen gracias al respaldo institucional
Camilo Sepúlveda, oriundo de La Serena, ha desarrollado su carrera en salud pública desde regiones. Para él, recibir esta beca “no solo valida el esfuerzo académico, sino también una trayectoria construida desde el territorio, con foco en el trabajo con comunidades y con la convicción ética de aportar a la salud colectiva”. Reconoce que la beca le permitió enfrentar con mayor tranquilidad su traslado a Santiago: “Este apoyo no solo es económico, también fortalece la confianza en uno mismo y en el proyecto de investigación. Me ha permitido insertarme en un espacio académico amable, pluralista y transdisciplinar”.
Respecto al proceso, destaca que “elaborar un proyecto sólido, científicamente riguroso pero también sensible a los problemas reales del país, fue exigente. Este proceso me reafirmó que la excelencia también incluye compromiso con la equidad y con el territorio”. Sobre el impacto de la beca en su formación, señaló: “Puedo dedicarme plenamente al doctorado, sin jornadas laborales inestables. Esto no solo mejora mis condiciones de estudio, también protege mi salud mental. Esta dedicación exclusiva permite hacer investigación de calidad, conectada con las urgencias sociales del país”.
Finalmente, fue enfático en destacar que “ampliar el financiamiento es clave para democratizar la producción de conocimiento en Chile. La salud pública necesita voces diversas, no solo de los centros tradicionales del saber. Esta beca es una muestra del compromiso de la Escuela con ese horizonte”.
María Soledad Labbé reconoció que haber sido seleccionada para la beca de arancel fue determinante para continuar en el programa: “Fue un gran gesto de apoyo de parte de la Escuela y la Facultad. Sin la beca, no podría seguir. Trabajo en consulta privada y en un proyecto, lo que apenas cubre mis gastos básicos. La beca me permite seguir en este proceso que me tiene tan motivada”.
En su experiencia, lo más desafiante fue la espera y los tiempos del proceso. Asimismo, reflexionó sobre el modo en que se distribuyen las ayudas: “Ojalá todas las personas pudieran recibir algo, aunque no sea el 100%. Esta experiencia me enseñó a confiar en que la Escuela está ahí para sus estudiantes”.
Francisco Cerda, kinesiólogo y docente, también valoró la beca como un elemento decisivo en su continuidad académica: “Había renunciado a mi trabajo para dedicarme al doctorado, por lo que no tenía otra forma de financiamiento. Fue un gran alivio saber que me adjudiqué la beca”. Reconoce que “la beca influye de forma positiva (…) permite avanzar de mejor forma en el programa”.
Sobre el proceso, apuntó a la complejidad administrativa: “Recolectar documentos en plazos breves fue exigente, y la espera de un mes para conocer los resultados generó incertidumbre”. Además, subraya la importancia de estas ayudas: “Los programas de posgrado en Chile son caros. Compatibilizar trabajo con la dedicación exclusiva exigida es casi imposible, más aún cuando tienes familia e hijos. Por eso es fundamental que estas becas se amplíen”.
Dahianira Camacho, estudiante internacional, fue una de las dos postulantes y fue la única[D2] en adjudicar la Beca de la Universidad de Chile. “Fue como un elogio a mis capacidades académicas. Sentí que la Universidad confía en mí y en mi potencial para hacer un buen desempeño en el programa”, señaló.
Sobre el proceso, explicó que desde antes de llegar a Chile ya sabía de estas becas, pero la incertidumbre fue compleja: “El proceso se dilató y muchos detalles quedaron en el aire. [D3] Para quienes somos de regiones o del extranjero, la incertidumbre se hace aún más dura”. Destacó que aprendió a ser paciente, a insistir, y a confiar en su proyecto.
Hoy, la beca representa un punto de inflexión: “Fue la última pieza para sentirme tranquila. Significó independencia y el principio de mi instalación formal en Chile. Representa también un compromiso de la Universidad y la Escuela con formar a los futuros salubristas de Latinoamérica. Ampliar estas oportunidades atraerá más estudiantes del sur global comprometidos con la transformación de la salud pública”.
Una apuesta institucional por la excelencia con equidad
Para Verónica Iglesias, estos testimonios muestran que el apoyo financiero “permite que estudiantes muy bien calificados no tengan que postergar o abandonar su formación doctoral por razones económicas. La estabilidad que entregan estas becas fortalece su permanencia y dedicación exclusiva al proceso formativo”.
Alejandra Fuentes-García añade que el impacto es también institucional: “Contar con estudiantes becados permite construir entornos académicos estables, productivos y diversos. Esto se traduce en mejores condiciones de investigación, mayor participación en redes y en el fortalecimiento del rol de la Universidad y, particularmente de la Escuela de Salud Pública, como generadora de conocimiento para el bien común”.
Ambas coincidieron en que estas políticas deben proyectarse y consolidarse como mecanismos permanentes para sostener trayectorias de excelencia, con justicia y compromiso social.
