
Con una fuerte motivación por complementar su formación médica con herramientas de análisis y acción en salud pública, los estudiantes de séptimo año de Medicina Patricio Tapia (Universidad de Chile) y César Ojeda (Universidad Austral de Chile) realizaron su internado electivo en la Escuela de Salud Pública, bajo la coordinación del Dr. Óscar Arteaga, académico del Programa de Políticas, Sistemas y Gestión en Salud y Coordinador de Pregrado de la Escuela.
La rotación, que en el caso de la Universidad de Chile tuvo una duración de tres semanas y para la Universidad Austral fue de cuatro semanas, ofreció a ambos internos una experiencia intensa e integral, donde participaron en diversas instancias académicas del Magíster y Doctorado en Salud Pública, reuniones interdisciplinarias y actividades propias del quehacer de la Escuela.

Uno de los elementos que marcó esta versión del internado fue la incorporación, por segunda vez, de un estudiante proveniente de otra universidad y ciudad. Para, la decisión de realizar su pasantía en Santiago respondió a un interés profundo por conocer el quehacer de la salud pública desde una institución con tradición en el área. “Quería saber cómo era acá. Al hablar con uno de mis docentes, me comentó que las becas en esta especialidad se dan solamente en la Universidad Católica y acá en la Chile, y la verdad históricamente es la que tiene mayor trascendencia”, explicó Ojeda.
Por su parte, Patricio Tapia, estudiante de la Universidad de Chile, manifestó que una de sus principales motivaciones fue compensar los vacíos formativos generados durante la pandemia. “Sentí que quedé con un déficit en los conocimientos que mi carrera exige en Salud Pública. Y la segunda motivación es que la salud pública es sumamente transversal a cualquier especialidad. El paciente de la salud pública no es una persona, sino que es la misma población”, destacó.
Ambos internos reconocieron el valor del enfoque práctico ofrecido por el internado. “Me voy con mucho más conocimiento que antes, más práctico que teórico. Lo práctico es lo valioso de este internado”, señaló Tapia, quien venía directamente de su rotación en Atención Primaria Rural.
Para Ojeda, el paso por la Escuela fue transformador. “Ha sido una experiencia enriquecedora que ha ampliado la perspectiva de lo que es el quehacer médico. Participé en reuniones con múltiples profesionales, incluso ingenieros, algo impensado en otros contextos clínicos. Esta semillita salubrista ha tomado un rol súper importante en lo que planeo hacer a futuro”, sostuvo.

Los estudiantes valoraron especialmente el acompañamiento recibido por el Dr. Óscar Arteaga, quien ha impulsado la participación activa de los internos en distintas áreas de la Escuela. “Él es súper activo, siempre nos invita, y gracias a eso logramos ver varias aristas de la salud pública. No solo escucharlas, sino vivirlas. Lo importante acá es convivir con otras profesiones. Todos tienen un título de salubrista, pero detrás esconden otras profesiones, y eso es sumamente interesante”, afirmó Tapia.
La dimensión interdisciplinaria fue uno de los aspectos más destacados por ambos internos. “Me sorprendió mucho ver que aquí los límites de lo que se hace no están tan definidos. Se integra economía, política, historia, salud mental, bioestadística. Permite influir desde un enfoque comunitario con un equipo integrado por diversos saberes”, explicó Ojeda.
En sus reflexiones finales, ambos estudiantes coincidieron en enviar un mensaje a sus pares. “Que no se queden solo con lo teórico, con lo que enseñan en pregrado. La salud pública es algo que nos afecta a todos. Y convivir con otras profesiones también enriquece mucho. Que sean curiosos”, señaló Tapia.
Ojeda agregó: “Recomendaría a todo estudiante y médico que le dé una oportunidad a evaluar las cosas con enfoque en salud pública. Muchas veces se critican los defectos del sistema, pero son esas dificultades las que abren oportunidades de cambio. Hacer salud pública no exige ser especialista, sino tener esta mirada y buscar el bienestar común”.
Ambos estudiantes expresaron su gratitud a la Escuela y a quienes los acompañaron. “Me voy muy contento, muy feliz, muy gratificado y agradecido de todo el equipo”, expresó Patricio. Mientras que César, quien aún se encuentra en su rotación, concluyó: “Profundamente agradecido con la Escuela, con el doctor Arteaga, y con esta experiencia que ha sido una fuerte motivación. Me quedo con esa semillita en el corazón que quizás me lleve a ser salubrista en el futuro. Y ya va a ser así”.
