¿Qué ciencias sociales para la educación médica?

¿Qué ciencias sociales para la educación médica?

La presencia de ciencias sociales en la educación médica parece ser uno de sus problemas que con el pasar del tiempo mutan y muestran configuraciones aparentemente nuevas. Al mirarlos en forma más prolongada, los cambios resultan ser más bien giros en torno a un eje que no se desplaza.

Cualquiera se sorprende hoy del manejo de las ciencias sociales que exhibe Augusto Orrego Luco en “La cuestión social en Chile” de 1884. Allí hay alusiones a Quételet, a Gibbon, a la ley de los grandes números, a las políticas proteccionistas y al liberalismo, citadas desde el quehacer médico.

A fines de los años 50 del siglo recién pasado, los seminarios de formación médico profesional convocaron a un debate marcado por el humanismo, el compromiso y la crítica, tres componentes reformulados miles de veces, pero que al mantener una exterioridad de las ciencias sociales sobre la práctica clínica, precarizan su importancia y por tanto, el valor que le otorgan los clínicos.

El giro sociológico de los estudios ciencia, tecnología y sociedad (CTS) sugiere cinco posibles áreas en que las ciencias sociales pueden ser consideradas intrínsecas a la medicina, cuya incorporación puede aportar una dimensión propia y nueva a la clínica:

Sociología de las ciencias y las técnicas: El franco predominio de las tecno-ciencias en la medicina actual, propone a cualquier usuario la necesidad de un entrenamiento mínimo en el distanciamiento y reflexividad respecto de su actividad. No sólo porque las tecno-ciencias no están hechas sólo de técnicas y ciencias y se presentan como un entramado de política, economía, antropología y ética, sino también porque una comprensión reflexiva es imprescindible para la calidad y posibilidades del mismo acto tecno-científico. La innovación tecnológica, la incorporación de nuevas terapias y procedimientos en la salud pública, requiere una buena dosis de acción explícitamente colectiva, tanto en lo técnico, como en lo epistémico o en lo político. Si las sociedades científicas, expresión organizativa de un saber colectivo, han tenido un rol predominante en la constitución de los protocolos y canastas GES, es justamente porque han sabido desplazarse a través de las líneas anfractuosas que conectan técnica y ciencia, con política y economía, ampliando las posibilidades de las reglas formalizadas. La condición de éxito de una innovación terapéutica no se juega en su eficacia técnica independiente de un contexto, sino que esa nueva variante de tratamiento debe organizar su contexto en el cual probar su eficacia técnica local.

Para poder conseguir esa holgura de abordaje, es útil echar mano de los aportes de socio-historia de las ciencias y las técnicas, como composiciones colectivas. Leer sociológicamente los protocolos clínicos (GES) y su rol en la laboratorización de la medicina, requieren una re-descripción que considere el trabajo colectivo de composición que produce ciencias y técnicas como prácticas inmanentes, controversiales, inestables, recomponibles e intensamente políticas.

Sociología de los mercados: Precios, demanda y oferta ocupan un lugar clave del espacio clínico, y requerimos una comprensión de esta economía de la salud, que no sea la mera aplicación de microeconomía y supuestas leyes indiscutibles de lo económico, a nuestros problemas, sino el estudio de la manera en que las métricas, los sistemas de estandarización de objetos y la incorporación de reglas de cálculo monetario en la clínica, producen un efecto que puede ser descrito como una economización de la clínica. No hay una economía de la salud independiente de las descripciones económicas de esas actividades.

Sociología del conocimiento: La producción de verdad clínica, de medidas de eficacia terapéutica, el rol de las estadísticas en ese régimen de veracidad, demandan una comprensión del saber como una acción colectiva, un conocimiento que es a la vez distribuido entre los distintos humanos incorporados a la acción, y compartido con los objetos que funcionan como actantes de saber, generando trazas, referencias, cifras, imágenes, sin las cuales no hay lisa y llanamente saber alguno.

Sociopolítica de la clínica: En vez de examinar el espacio clínico como un campo de lucha de poderes, es posible verlo como un lugar de coordinación, de ejercicio de libertades, un espacio de acción humana, de abordaje de la incertidumbre y la indeterminación. Por lo tanto, también un terreno de disputas, de formación de polis, de acción, cuyo estudio convoca a teorías micro-políticas. Las manifestaciones en torno a las vacunas, medicamentos o investigación, dan cuenta del notable rol de las controversias en la conformación de una verdad clínica, que se torna un saber discutible y negociable.

Bioética y sociología: Podríamos decir que la clínica es un espacio arquitéctonico que intenta generar bordes limitados de una actividad tecno-científica. Pero esos lugares funcionan más bien como entrecruzamientos de saber, política, tecno-ciencias y hoy por hoy economizaciones, que entre sus redes de objetos y personas se dibuja un espacio sociológico múltiple en el que es posible la confrontación valórica, las controversias de implicancias indeterminadas, signadas por cuestiones de responsabilidad y vida. La vinculación bioética con la proliferación de objetos técnicos, convoca a una bioética sociológicamente fundada.

Trabajo presentado en la XIV Jornada del DECSA, mayo 2014, por los autores: Carvajal Y., Gallardo J., González C. y Kottow M.

Publicado 17/06/2014

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