Columna de opinión

Estrategia Nacional de Soberanía para la Seguridad Alimentaria: ¿Cambiando el modelo?

Estrategia Nacional de Soberanía para la Seguridad Alimentaria

El 25 de mayo recién pasado, el Ministro de Agricultura lanzó la “Estrategia Nacional de Soberanía para la Seguridad Alimentaria“. Esta estrategia, construida de manera intersectorial, declara buscar la articulación de las acciones del Estado para avanzar hacia un sistema alimentario nacional más resiliente, inclusivo y estable.

El Presidente Boric en 2022 ya decía que un país más fuerte es aquel que posee una agricultura pujante y protegida porque eso representa seguridad alimentaria para nuestra población. En la cuenta pública de este año fue más allá destacando el derecho a una alimentación sana, inocua y al alcance de todos y todas.

La garantía efectiva del derecho a la alimentación se torna imperativa en el contexto de la sindemia global, concepto que da cuenta de la confluencia e interacción de tres grandes flagelos que afectan a la población mundial y comparten conductores comunes: la desnutrición, la obesidad y el cambio climático. El abordaje de este problema requiere cambios profundos al sistema alimentario, de transporte, de diseño urbano y el uso del suelo, entre otros, y demanda la reorientación de estrategias y acciones en una lógica de salud y bienestar en todas las políticas.

En este contexto, cabe preguntarse si la estrategia recién lanzada ¿Está proponiendo cambios para transformar el modelo?

La respuesta a esta pregunta no es sencilla y solo la evaluación de su implementación permitirá asumir un juicio fundado. En una primera aproximación, pareciera que la nueva Estrategia de Soberanía para la Seguridad Alimentaria va en el camino de lo que la Comisión de Lancet sobre Sindemia Global propuso, en tanto incluye diversas medidas en pos de modificar nuestro actual sistema alimentario hacia uno más sostenible, resiliente e inclusivo.

Es destacable la incorporación, en una estrategia alimentaria, de conceptos como cambio climático, sustentabilidad, recursos naturales y biodiversidad, así como el enfoque de género, el cooperativismo, la transición socioecológica justa, y el trabajo decente, por mencionar a algunas ideas presentes en el documento.

También es un aporte importante que la referencia a las dietas saludables no se haga en el contexto individualista de la elección, sino en el marco de una mirada estructural que presta atención a la construcción de ambientes alimentarios más saludables, asi como al fomento del canal tradicional mediante el fortalecimiento de la agricultura familiar campesina, la pesca artesanal, los mercados locales y las ferias libres.

En esta línea, se valoran cosas que podrían parecer superfluas como la elección del lema “Juntos Alimentamos Chile“, tan diferente al concepto individualista y voluntarista que transmite el “Elige Vivir Sano“. La evidencia ha demostrado que las poblaciones más afectadas por la sindemia global son justamente aquellas que menos pueden elegir y es deber del Estado garantizar las condiciones para que todos y todas accedan a una dieta saludable y sostenible.

Sin embargo, hay otros puntos que hacen algo de ruido. La Estrategia propone una nueva definición de soberanía alimentaria como “el resguardo del derecho a la alimentación, a través del fortalecimiento de los patrimonios que conforman la base del sistema alimentario nacional, con el objetivo de contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional presente y futura”. Esta definición se aleja de la originalmente propuesta por la Vía Campesina, quienes la definen como “el derecho de los pueblos, de sus países o uniones de Estados a definir su política agraria y alimentaria, sin dumping frente a países terceros”.

Basar la soberanía en la idea de patrimonio resulta problemático. Aunque pudiese sonar a elementos ancestrales e inmutables, quienes trabajan el patrimonio saben que es un campo en constante disputa, donde la “tradición” es periódicamente reformulada e, incluso, inventada.

Pero quizás el punto más complejo de esta modificación conceptual es que se hace cargo solo de una parte del problema. De alguna forma, la idea de “patrimonios del sistema alimentario”, busca consagrar –por parte del Estado- cinco ámbitos de protección y fomento en torno a los que gira la Estrategia; sin embargo, esta nueva definición deja de lado un punto importante de la propuesta original de soberanía alimentaria, a saber, la limitación al modelo neoliberal alimentario, dominado por la industria y su integración vertical en la cadena de distribución.

En este sentido, reconociendo los importantes avances conceptuales de la propuesta, así como el esfuerzo de remirar las políticas públicas de una manera más integral y estructural, es pertinente preguntarse ¿cuánto, realmente, cambia el modelo?

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