En el Día de Conmemoración de la Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres, duele revisar las cifras que nos muestra el Servicio Nacional de las Mujeres y Equidad de Género. En lo que va del año, en 47 semanas, ya han sido registrados 37 femicidios consumados y 192 femicidios frustrados. Las cifras significan que poco más de cuatro mujeres son violentadas cada semana con intención reconocida de matarlas, desde adolescentes hasta mujeres mayores, y como es sabido la mayor parte de los agresores son varones de su entorno cercano; este año la más joven tenía 19 años y la mayor 74. La Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres también registra cada año los suicidios femicidas, y transfemicidios, todas cifras que nos advierten que los números que nos sobresaltan son el vértice superior de una realidad estructural mucho mayor que, a diferencia de un iceberg en estos tiempos de cambio climático, no se reduce por las fuerzas de la naturaleza, por el contrario, una naturalización distinta, social, cultural, mucho más silenciosa, parece continuar creciendo, y con los nuevos tiempos, de expansión del lado femenino, adquiere nuevas formas para alcanzar los cuerpos, tal como el día 18 de octubre recién pasado nos recordó el transfemicidio de una chica de 17 años.
Las formas que adquiere la violencia de género ya las conocemos y las podemos nombrar, sabemos que no sólo son agresiones físicas, psicológicas y sexuales evidentes, también lo es la desigualdad cotidiana y su violencia, la del espacio doméstico, la de notoriedad pública como es la diferencia salarial y las otras violencias de la inequidad en lo laboral, continuamos con el abuso y el acoso sexual y los tres puntos se quedan cortos. Dentro de ello la violencia institucional atraviesa todos los espacios, y el de salud no se queda atrás, los ejemplos exceden las posibilidades de una columna conmemorativa, pero es necesario no dejar de nombrar las que impiden ejercer derechos sexuales y reproductivos.
Es lamentable este escenario, este telón de fondo, cuando sabemos que hoy se habla mucho más que antes de perspectiva de género y que los discursos intentan cuidar las “as” y las “os”, e incluso las “es”, sin embargo las palabras no parecen aterrizar en acciones efectivas.
En estas fechas donde los recuentos son habituales cabe a la salud pública y a esta comunidad preguntarse, - cabe preguntarnos- , acerca de nuestras acciones, interrogar nuestra docencia, nuestra investigación, nuestra extensión y nuestras prácticas institucionales, cabe preguntarnos qué estamos transformando para que esta estructura desigual no siga creciendo, habida cuenta de que el efecto de la inercia, amplificado en los márgenes, es una afilada guadaña que cobra las vidas del lado femenino más vulnerable de nuestra sociedad. En este contexto, ad portas de la evaluación ciudadana de una nueva Constitución y para esta comunidad, participar de la discusión y el análisis del contenido de sus propuestas y visualizar sus consecuencias para la salud pública y la igualdad de género es una urgencia.
Convocamos en este significativo día para encontrarnos el 30 de noviembre a las 16:00 horas en la sala 313, académicxs y estudiantes a un conversatorio para analizar desde la perspectiva de salud pública e igualdad de género el texto de la propuesta constitucional y su significado en materias de política sanitaria.
Pamela Eguiguren 1, Francisca Crispi 1 y 2
1 Académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, integrante de la Mesa de Igualdad de Género y Educación No Sexista de la misma institución.
2 Presidenta Colegio Médico Regional Santiago.