Columna de opinión

Día de los abuelos y las abuelas: La herencia del gusto

Día de los abuelos y las abuelas: La herencia del gusto

A propósito del “día de abuelos y abuelas” queremos proponer una breve reflexión sobre cómo se transmiten las dinámicas, prácticas y hábitos alimentarios, de generación en generación.

El gusto, como diría Pierre Bourdieu, no es meramente una cuestión de preferencia personal, sino un reflejo de nuestras estructuras sociales y culturales. En su obra "La Distinción"(1979), Bourdieu argumenta que nuestras elecciones, desde la moda hasta la comida, están profundamente influenciadas por nuestra clase social y el capital cultural. Esto se manifiesta claramente en la forma en que las familias moldean nuestras preferencias alimentarias desde una edad temprana.

Asimismo, Jesús Contreras (1993) posee interesantes exploraciones sobre las estructuras de los comportamientos que producen tradiciones específicas sobre qué comer, cómo preparar los alimentos y con quiénes consumirlos. Señalando que toda cocina requiere de sujetos específicos que la elaboren cotidianamente, transmitan y con ello, generen un gusto particular hacia determinados alimentos y/o preparaciones.

El hogar es el principal espacio de socialización para la mayoría de las personas, allí se definen, simbolizan, comunican y reproducen gran parte de los hábitos de vida. Platos que han pasado de generación en generación, como las carbonadas, charquicán, porotos con riendas, sopas y postres, no solo nos alimentan, sino que nutren nuestra identidad cultural.

En este sentido, la cocina como señala Levi-Strauss (1966) es un lenguaje, tal como lo es el gusto, que nos remiten a una historia colectiva y familiar que nos entrega coordenadas de pertenencia.

No obstante, los estudios sobre las genealogías asociadas a las herencias culinarias y el gusto aun son escasas como campo de exploración y, más allá del sentido común expresado en la coloquial frase “la cocina de las abuelas”, es importante reconocer una recurrencia de aprendizajes sobre todo de los productos alimenticios y técnicas de preparación, para comprender el tipo de dinámicas que organizan los procesos asociados a las tradiciones, saberes y sabores de nuestras cocinas.

A nivel nacional, hay incipientes aproximaciones sobre lo importante que es conocer cómo, cuándo y con quienes se adquieren las prácticas alimentarias en los entornos domésticos, información esencial para que las recomendaciones, intervenciones o políticas públicas sobre alimentación sean coherentes, apropiadas y factibles, respetando la identidad y la cultura alimentaria de la población (Carolina Franch M. y cols, ver aquí).

Las personas mayores juegan un papel crucial en esta transmisión de saberes y sabores en las familias. La transmisión transgeneracional de los conocimientos culinarios sigue una clara línea femenina: desde la abuela materna, a la madre, a las hijas y de éstas a las nietas, consagrando una herencia que afilia personas y conocimientos.

Son las mujeres las agentes protagónicas de esas transferencias y quienes enseñan sobre la crianza y formas de organización, compra, recetas, datos y prácticas de cocina y desecho (a veces escritas en viejos cuadernos); como también sobre las aversiones y creencias sobre lo qué es saludable o no.

El estudio de Franch y cols. muestra que las transmisiones recibidas por las mujeres se dieron a través de la observación y de enseñanzas directas. El traspaso de roles en la cocina ocurre cuando la mujer mayor ya no puede cocinar, por cualquier causal externa (fallecimiento, enfermedad grave) o por la misma edad.

Observar las transmisiones culinarias nos convoca a comprender los vínculos entre afectividad y comida, puesto que la alimentación y más las transferencias de saberes asociadas a lo alimenticio, son instancias y un ejercicio que reúne cuerpos, memorias, personas y generaciones que renuevan una continuidad de elecciones y selecciones; y a su vez propician transformaciones que mantienen en el tiempo, esos platos y gustos que nos antecedieron y nos recuerdan quienes somos.

Los momentos de comida tienen el poder de unir a las personas y muchas veces estos momentos de comensalidad son a propósito de la visita o presencia de abuelos y abuelas. Dicen los estudiosos de las ciencias sociales que los árboles genealógicos son clave cuando se quiere profundizar sobre cocina tradicional, culinaria ancestral o la cocina de origen, pues registran en esa huella un recorrido-trayectoria del saber, mostrando su valor depositario.

En este día valoremos y celebremos esta herencia culinaria, reconociendo el papel que abuelos y abuelas juegan en la transmisión de estos saberes y sabores. Y permitámonos preguntarnos sobre esas recetas y platos, manteniendo una presencia viva, y conectarnos en el deleite actual de muchas de las preparaciones que nos constituyeron como familia.

*Esta columna fue escrita: Natalia Gómez, Lorena Rodríguez-Osiac (directora ESP), Carolina Franch, integrantes del Grupo Transdisciplinario para la Obesidad de Poblaciones, GTOP, de la Universidad de Chile

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